Esas que
cada noche nos salvaban
del
implacable y violento absurdo de este mundo.
Esas que
nos hacían ilusionar y tener esperanza
en medio
de esta niebla de incertidumbre y dolor.
Esas que unieron nuestras solitarias sendas,
dos ríos
salvajes que confluyeron;
Esas que
nos bebíamos a sorbos y que convertían
nuestras desoladas
noches en amenas y con sentido.
¿Dónde
quedaron nuestras risas?
En algún
lugar, en el que nunca hemos estado
y que solo
existe en nuestra mente.
Un lugar
que no existe terrenalmente
y que
permanece ahí, fuera del tiempo y del espacio.
¿Dónde
quedaron nuestras risas?
Esas que
nos hicieron liberar del yugo del miedo,
haciéndonos
volver a confiar en los demás.
¿Dónde
quedaron nuestras risas?
Quizá en
algún recuerdo, desprendido
de nuestra
torpe memoria
o mejor aún,
en el olvido,
en la
nada.
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