Desde una colina llena de rabia,
lejos de la miradas vacías,
de las envidias;
escucha los lamentos y alaridos
provenientes de la bajeza humana,
sentado sobre una piedra ancestral,
lee versos sin sentido,
llenos de amargura, de dolor,
otros solo son patrañas disfrazadas de oscuridad,
agrios como el peor vino
escritos por falsos bardos;
se encuentra un pobre diablo,
ajado por el toque de Ometeotl,
ocultando su desasosiego,
intentando revivir el sentir por todo;
un diablo aletargado por los efectos del
desamor,
esa pócima casi maldita que eclipsa la belleza
universal,
un diablo que cada noche intenta apagar
las estrellas,
que toca su violín lleno de melancólicas
notas,
suspirando por una existencia llena de
errores,
un diablo que daría todo por un instante
para sumergirse en esos claros ojos,
extraviarse en esos finos labios,
un pobre diablo embriagado de lujuria,
un diablo arrepentido y enamorado
que implora por un poco de razón.
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