Mi alma
huele mal,
como una fruta
podrida
que nadie mordió,
a nadie
pudo dar
su dulce y
placentero sabor.
Yace ahí,
en medio de todo y nada,
a los pies
del árbol que le dio vida.
Negros
pájaros graznan en coro
funestos
sonidos que perturban la tarde.
El hedor
de mi alma, atrae gusanos y grandes moscas
que zumban
que me arrepienta,
mientras
mi sucia y triste alma
lanza su
última oración por su salvación.
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